Chernobyl: el destino de los condenados
Chernobyl: el destino de los condenados

La audiencia con la participación de los acusados del desastre ocurrido el 26 de abril de 1986 en la central nuclear de Chernobyl estaba prevista para el 7 de julio de 1987 y tuvo lugar en la Casa de Cultura de Chernobyl.

A las 13.00 como una campana sonó alto: “¡Todos de pie: el honorable juez preside!”. La condena y la conclusión de los jueces se anunciaban durante casi dos horas.

La fiscalía acusaba a los procesados de violar las normas de seguridad en plantas y talleres con posible peligro de explosión, así como de abuso de poder y posición oficial, y negligencia.

“La culpabilidad de los convictos ha sido determinada y probada, todos ellos serán castigados merecidamente”,estos eran los títulos de cada portada de los periódicos de la URSS, que se editaban en todos los comunicados de prensa del gobierno. Los periodistas internacionales, que tuvieron la oportunidad de informar directamente desde la sala del tribunal, se tragaron cada palabra de los fiscales.

El juez declaraba monótonamente que 30 empleados de la planta de energía nuclear murieron por culpa de los condenados, al igual que cientos de personas recibieron grandes dosis de radiación; por su culpa, más de 116 mil habitantes de Chernobyl, Pripyat y pequeñas aldeas cercanas fueron evacuados.

En muchos sentidos así fue. Dejando atrás casi todo lo adquirido, la gente, hasta en zapatillas de casa, se subía a los autobuses, con la esperanza de regresar en un futuro próximo. Algunos se tomaban con cierto humor la evacuación, como una oportunidad inesperada y agradable de relajarse durante las vacaciones de mayo.

Durante el camino, se reían, se jactaban de cómo corrían a los balcones vecinos para contemplar el incendio en la central. Incluso los niños, que se despertaban del ruido, salían corriendo a los balcones, sin que les prohibiera nadie, tan espectacular fue el panorama. Pripyat no durmió aquella noche. La gente nunca regresó a sus hogares…

Experimentadores …

Quizás, solo los constructores mismos sabían sobre la imperfección técnica del reactor, defectos concretos en el diseño. Inmediatamente después del accidente, los especialistas de la planta de energía nuclear de Chernobyl comenzaron a hablar sobre el desconocimiento de los empleados de Chernobyl .

Tanto los acusados como los testigos comentaban ese asunto en la sala del tribunal. No hubo una relación constructiva entre la oficina de construcción y los desarrolladores del fatal experimento. El objetivo era el propio experimento; el resto no contaba.

Había mucho en juego, por lo que el “experimento a toda costa” estaba a la vanguardia. Como dicen, los ganadores se juzgan, porque el objetivo siempre justifica los medios. Y el objetivo era de lo mas noble, pero ¿acaso las aspiraciones científicas pueden costar vidas humanas?

“… Probablemente este accidente es un error de cálculo de toda la ciencia. Si hay menos de 30 barras en el núcleo, el reactor entra en peligro nuclear, tarde o temprano, pero no se puede evitar la catástrofe ”, dijo Anatoly Kryat, jefe del laboratorio de física nuclear de Chernobyl, en su testimonio.

Por supuesto, entonces no todos los testimonios iban a favor de los acusados, además, incluso sus propios argumentos eran evidencia de numerosas violaciones, tanto durante la realización del experimento como después del accidente. 

Esta vez no hubo “ganadores que no fueron juzgados”. La vida humana, el dolor, el sufrimiento, un desastre ambiental a escala planetaria se han convertido en primordiales.

Los representantes de medios extranjeros fueron informados de que los acusados estaban de acuerdo con el veredicto.

“En general admitieron su culpa, todos lamentan y se arrepienten de sus actos”, anunciaba oficialmente el centro de prensa.

El acusado, Alexander Kovalenko, afirmó que ni siquiera podía imaginar que sus colegas irresponsables se desviaran tan negligentemente de las reglas del programa de prueba. Subrayó delicadamente que él mismo no estaba presente.

El inspector Laushkin aseguró que el accidente fue irreversible. “Es difícil castigar si no tienes idea por qué castigas. Se pierde la fe en la justicia, y la comprensión de ello mata a una persona desde adentro ”, comentaba el supervisor de turno Rogozhkin, quien fue expulsado de inmediato del partido.

Todos ellos mostraban en sus testimonios un cierto desapego de lo sucedido e insistían en una absolución.

¿Qué viene tras la condena?

La sentencia del tribunal resultó ser un reflejo de lo que se había solicitado en la acusación.

Todos los condenados sufrieron irradiación en un grado u otro. Solo Dyatlov permanecía en un estado crítico de exacerbación de la enfermedad por radiación. Desde la prisión, y luego desde la colonia, escribía quejas dirigidas a Mikhail Gorbachev. Su esposa llevaba sus cartas por las oficinas del Comité Central del partido. En sus argumentos, Dyatlov insistió en que el reactor no era apto para funcionar.

Al condenado Dyatlov, que sufría de dolores, le apoyaban muchos, incluido el académico Andrei Sakharov. Fue puesto en libertad 3 años 9 meses después de su arresto. Se sometió a tratamiento en un centro de rehabilitación en Alemania. Dyatlov murió, sin haber vivido hasta la década tras el accidente, habiendo logrado escribir en los últimos años de vida su versión de los eventos en la central nuclear de Chernobyl.

Nikolai Fomin, incluso antes del desastre, no gozaba de buena salud. Tuvo un accidente y se rompió la columna. El mismo año 1985, por primera vez recurrió a un psiquiatra.

Tras unos años, a Fomin, condenado a una colonia, como desequilibrado mental, le trasladaron a un hospital especializado, y un año después le dejaron en libertan, reconocido como loco y trasladado a un hospital psiquiátrico. A pesar de un diagnóstico tan decepcionante, Fomin se recuperó. Con el tiempo, consiguió un trabajo en la central nuclear de Kalinin, donde trabajó hasta su jubilación.

Viktor Bryukhanov, grave discapacitado y liquidador del accidente de Chernobyl. Hoy, tras haber sufrido dos derrames cerebrales, casi no se maneja sin ayuda. Sin embargo, continúa comunicándose regularmente con la prensa, aunque es casi completamente ciego.

Hasta 1991, cumplió su condena, trabajó como cerrajero. Con la ayuda de la administración de la colonia Lugansk, donde se le dio un perfil positivo, logró obtener la libertad condicional. Después de haber sido liberado, consiguió un trabajo en Ukrinterenergo.

Se interesa por la vida de antiguos compañeros. Sabe mucho sobre el destino de Fomin, y que Rogozhkin, después de liberarse, volvió a trabajar en la central nuclear de Chernobyl.

Lamenta que Laushkin y Kovalenko murieran de cáncer. “¡Todos cerraban filas!”, comenta cada año durante las entrevistas. Y continúa:

“Dicen que nuestro trágico experimento no fue coordinado con los altos cargos. Todo esto es mentira, ya que se acordaron absolutamente todos los detalles del experimento. Sus resultados fueron esperados “.

Y no cabe duda al respecto. Los funcionarios del partido, esperando un resultado positivo, aguardaban los resultados de la prueba como “maná celestial”. Alguien ya se imaginaba en un despacho nuevo, ascendiendo en la carrera profesional, otros, esperaban ser premiados y demás opciones de promoción.

La ideología en la que la gente vivía durante el período de profundo estancamiento soviético hicía posible obtener estos beneficios solo bajo el riesgo u otro. ¡Terminar antes de lo previsto! ¡Superar el plan, a pesar de las dificultades! ¡Realizar un experimento, violando ligeramente sus parámetros!

Siguiendo estos lemas, uno podía convertirse en todo lo que quiera, pero callado como una tumba, no sería nadie. Satisfaciendo su propio egocentrismo, muchos optaron por la primera opción.

Era un riesgo, una especie de ruleta que, girando, en pleno apogeo, incineraba todo lo vivo a su alrededor, dejando a unos sin victoria, otros privados de refugio y terceros sin vida.