Después de la tragedia de Chernobyl, muchos pusieron fin a la perspectiva de desarrollo de esta región. Se creía que la vida en la zona de exclusión, si es que no estaba muerta, pues se paró por muchos años. Pero la ciencia sobrevivió, y puso orden a todo, incluido la posible rehabilitación de todos los seres vivos y la restauración del recurso ecológico perdido.
En cuanto surgió la oportunidad, equipos de científicos comenzaron a visitar la zona de exclusión. Estudiaban lo que les caía en manos: absolutamente todos los componentes contaminados con sustancias radiactivas les interesaban a los científicos. Para un análisis cualitativo del sistema ecológico en su conjunto, así como para el desarrollo de propuestas para la eliminación de las consecuencias del desastre, los científicos trabajaron en su frente de combate, tan desinteresadamente como los bomberos que extinguieron la cuarta unidad de energía nuclear de Chernobyl en la noche del desastre.
De gran importancia práctica fueron los experimentos y sugerencias sobre la efectividad de la protección respiratoria. Para los radiobiólogos, un tema importante fue el proceso del efecto de los aditivos alimentarios y los compuestos químicos en el cuerpo humano como parte de un experimento para reducir el efecto de los niveles de radiación. Un laboratorio científico separado trabajó en la industria del impacto de la radiación en los complejos agroindustriales y agrícolas.
Era importante calificar la zona de búsqueda científica para estudiar la influencia de radionucleidos en ciertos productos agrícolas, así como en organismos de animales y plantas. Habiendo estudiado este tema fundamentalmente, los científicos pudieron determinar con extrema precisión la posibilidad de una mayor explotación de la industria ganadera y de producción de cultivos, la tecnología para llevar a cabo todo el complejo de trabajo agrícola en territorios contaminados por radiación.
Para este propósito, se estableció la sede de la Academia de Ciencias en la zona de exclusión, y también se desplegaron expediciones operativas de departamentos científicos. Chernobyl necesitaba científicos más que nunca. Era necesario darse cuenta de la realidad que surgió tras el accidente. Los científicos fueron casi los únicos que acumularon en sus laboratorios todo el espectro de información, desde la contaminación del territorio y la composición de las emisiones radiactivas, hasta la evaluación del daño y las perspectivas futuras de la central nuclear de Chernobyl. Los científicos sistematizaron toda la información recibida en el menor tiempo posible.
A base de ello, se elaboraron planes de trabajo de ingeniería, órdenes de gestión de la sede operativa; se formaron nuevos procesos tecnológicos, que posteriormente se convirtieron en la base de las perspectivas para una futura operación de la central nuclear de Chernobyl. La mayoría de los trabajos tecnológicos habituales y comprensibles para la vida civil tuvieron que ser revisados. Todo este trabajo en condiciones de mayor fondo de radiación requería una fuerza y concentración tremendas, tanto un recurso vivo, personas, como equipos especiales.
El apoyo científico cubrió toda la multitud de estudios realizados en la zona de exclusión. Durante los primeros cinco años después del accidente, la ciencia fue un vector guía para un enorme ejército de liquidadores. El potencial científico, a pesar de la complejidad de la situación, la multifacética de las tareas, era de naturaleza operativa y se utilizó como el buque insignia de muchas organizaciones científicas.
A principios de los 90, el período crítico posterior al accidente se quedó atrás. El sarcófago ya se había puesto en funcionamiento, el territorio de la estación se ha descontaminado y se han lanzado las unidades de energía restantes de Chernobyl. A causa de los acontecimientos políticos que llevaron al colapso de la Unión Soviética, la coordinación de las secuelas del accidente pasó completamente al cargo de la parte ucraniana. El territorio de la zona de exclusión cobró forma de una estructura departamental autónoma, con su propio departamento administrativo, pero también con sus propios problemas, debido a una gran falta de fondos.
Por razones objetivas que surgieron en este contexto, en Ucrania era necesario crear sus propios departamentos científicos que se dedicarían exclusivamente a organizar el trabajo para minimizar las consecuencias del accidente de Chernobyl y desarrollar un programa estratégico, para el desarrollo adicional de la zona de exclusión. Así, el concepto de «ciencia de la zona» surgió entre los científicos. Su historia cuenta con una década, de 1991 a 2001.