El 26 de abril de 1986 a la 1:23 de la madrugada, comenzaba la cuenta atrás para la catástrofe más terrible del siglo pasado. Esos últimos segundos, que se convirtieron en el réquiem final del cuarto reactor nuclear de la central nuclear de Chernobyl.
Los últimos instantes de vida de docenas de personas, quienes pagaron muy caro la noche de la tragedia. El desastre de Chernobyl provocó la muerte y la enfermedad de miles de personas. Puso en peligro el desarrollo de la energía nuclear mundial. La tragedia resonó con dolor en las almas de las personas, y muchas de sus consecuencias se consideran el primer impulso en el colapso del régimen comunista.
Cada primavera, la comunidad internacional honra la memoria de los fallecidos empleados de la estación y liquidadores de Chernobyl. Estas personas, exponiéndose al riesgo mortal, se dirigieron al reactor en ruinas con la esperanza de encontrar a aquellos que aún necesitaban ayuda. La luminosa señal de peligro de radiación quedó grabada para siempre en la memoria de los sobrevivientes del accidente.
La misma señal de luz, complementada por el sonido penetrante y desagradable de una sirena de emergencia. Un sonido incesante y agitado insoportable de escuchar. Fue el factor aterrador que constaba la magnitud de la tragedia. Es imposible borrarlo de la memoria, es imposible olvidarlo hasta el día de hoy …